SOBRIA NO TE PUEDO NI HABLAR, ESTOY PERDIDA SIN MI ESTUPIDÉZ..

martes, 15 de junio de 2010

Sí, pensaba que necesitaba algo más de un hombre , pero todo lo que podía pensar ahora era: “necesito morirme”. Claro, eran solo fantasías. Era mi “primera desilusión amorosa”, como decía la gente en general. Yo muy profundamente tenía la convicción de que no era simplemente una nena que dejaba a su primer novio e iba a superarlo en cinco o seis días, ni semanas, ni años. Sabía que él había marcado mi vida para siempre.
Antes de conocerlo, era una mujercita gris, pero autosuficiente, hermosa e inteligente. Ahora, dos años después era una versión pervertida de lo que solía ser. Me había convertido en una persona desdeñosa, alguien que no sabía gratificar a otros, que siempre buscaba el placer propio. Merecía placer, merecía dejar de sufrir… y por sobre todas las cosas: no podía parar de imitarlo.
Es la persona más egoísta y centrada en sí mismo que conozco, que conocí durante todos estos años. No puede parar de hacer maldades, no puede consigo mismo. Necesita, supongo, escarbar en lo más profundo de las personas en busca de un punto débil. Y va a usar sus tácticas de degeneración en cualquier persona que se le vuelva de pronto una molestia. Te va a pedir que te relajes, que no lo presiones y por último te va a tirar al basural comunitario para que te coman los buitres.
“Me niego. Me rehúso a que me coman los buitres, voy a pelear hasta que se muera”. Mentira, siempre digo algo y hago lo opuesto. Dejé que los buitres me comieran y peor que eso: dejé que él
me siguiera comiendo compulsivamente. Es decir, seguramente tenía algún desorden alimenticio, o necesidad compulsiva de sexo conmigo, no lo sé. Si tengo que rescatar algo de esos ocho meses juntos es la atracción entre nuestros cuerpos. Nos veíamos y teníamos que tocarnos, hacernos el amor indefinidamente, sin tiempo, sin lugar, sin porqués. Una atracción que jamás desarrollé con otra persona y que sé que él tampoco pudo experimentar. “Tenemos una atracción sexual innegable”- dijo alguna vez. Y era cierto. Yo no lo entendía hasta que empecé a estar con otros hombres: ninguno se comparaba con él. En ningún aspecto eran confrontables. Maldito el día en que lo conocí.

No hay comentarios: